NOGUCHI, THOMAS
Esta obra no pasará a la historia por sus virtudes literarias o su discreción, pero sí, y con letras de oro, por sus patentes cualidades morbosas. Dicho de otro modo, esta obra pasará a la historia de la literatura indiscreta como una joya del realismo enfermizo. Su autor ejerció la medicina forense en el condado de Los Ángeles entre 1961 y 1982, un período rico para él en muertos insignes y muertes enigmáticas, sobre todo si consideramos que su jurisdicción incluía Hollywood, Beverly Hills y otros barrios no menos tormentosos. Lo cierto es que las delicadas manos del doctor Noguchi pudieron palpar vísceras tan entrañables como las de Marilyn Monroe o Natalie Wood y entrañas tan viscerales como las de John Belushi o Janis Joplin. También es cierto que el eminente galeno adoraba las ruedas de prensa con sus flashes y sus pompas, pequeña flaqueza que condujo a sonadas polémicas y después a su destitución fulminante (por bocazas según el mando, por inquina racista según el interfecto). Sea como fuere, el ilustre patólogo tomó entonces la sabia decisión de seguir hablando y escribiendo por los codos, patología que hoy ponemos al alcance del lector en el mejor castellano posible.
¿Se cepillaron a Marilyn para encubrir sus amoríos con Robert Kennedy? ¿Intervino un segundo pistolero en el asesinato de éste? ¿Qué hacía Robert Wagner con Christopher Walken mientras la encantadora esposa del primero se ahogaba en las gélidas aguas del Pacífico vistiendo un camisón de franela? ¿Estaba William Holden borracho como una cuba cuando se partió la crisma? ¿Quién acompañaba a Janis Joplin el día del chute final? ¿Qué depravaciones reventaron al desaforado John Belushi? ¿Cómo se explica el feroz ensañamiento de Charles Manson y sus obedientes acólitos? Pasen y lean?